La tarde-noche —como decimos en Escuinapa— de ayer viví una experiencia inolvidable.
El exitoso diseñador escuinapense radicado en Italia, Andrés Romo, presentó tres colecciones que, sencillamente, son espectaculares. No voy a hablar de moda; sería poco honesto hacerlo, porque no sé del tema. De lo que sí puedo hablar es de lo que sentí: un profundo orgullo por este paisano.
Conozco poco sobre lo exitosa que ha sido su carrera. No soy —como la gran mayoría de los escuinapenses— un interesado en temas de moda. Sin embargo, ver a un escuinapense que se propuso triunfar en aquello que le apasiona es, por sí mismo, motivo de orgullo.
No sé si sean los mejores diseños que se han visto en Italia, pero a mí varios modelos me hicieron sentir Escuinapa. Ver a las modelos —un gran número de mujeres escuinapenses: niñas, jóvenes y adultas— fue como verlas caminar por pasarelas europeas. En sus rostros se reflejaban sueños cumplidos; en otras, la mirada firme puesta en el futuro. No tengo duda de que Andrés las hizo sentirse en otras latitudes.
Hoy agradezco a Andrés por seguir siendo el mismo joven que se fue de Escuinapa en busca de sus sueños y que hoy regresa para decirle a todos: “Yo pude, tú también”.
Lo vi antes de que iniciara la pasarela. Yo estaba cumpliendo con mis labores; mi apariencia era la de alguien que había pasado todo el día cargando cosas de un lado a otro. Lo saludé y le pedí una foto con mis hijos. Jamás pensé que se negaría, y no lo hizo. Al contrario, con gusto posó para la cámara que tenía en mis manos. Tomé la foto, me estrechó la mano y me dijo:
—Muchas gracias por compartir mi trabajo en tu página.
Le respondí:
—Nada que agradecer, Andrés, es un gusto.
Ahora soy yo quien te da las gracias, Andrés, por seguir siendo el mismo joven que se fue en busca de sus sueños.
Gracias por regalarnos una hora de calma, por permitirnos olvidar, aunque sea por un momento, tantas cosas que quisiéramos que no estuvieran pasando.




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